El misterioso caso del juzgado que se convirtió en calabaza

Era Reyes. Melchor y Gaspar se disfrazaron de oficiales de la policía caminera y me regalaron una multa de doscientos pesos porque el foco derecho de la luz baja estaba quemado. En aquellos tiempos pasaba por cuatro controles diarios de la policía, dos a la ida y dos a la vuelta del trabajo, en donde una yegua ninguneadora me martirizaba. Conociendo esta circunstancia, que los cazamultas iban a estar al acecho, verificaba que la luz funcionara correctamente antes de tomar la ruta. Quiso la mala suerte o las malas ondas de la yegua ninguneadora o de pocaonda, quizás, por qué no, que en el transcurso de unos 600 metros recorridos, el foquito se quemara justo antes del primer control, sin que yo pudiera advertirlo porque estaba conduciendo, y eran las 4 de la tarde. Imposible ver de día que el auto está tuerto, cuando se está al volante.
Bajo el sol calcinante de aquel enero, los oficiales me hicieron esperar unos 40 minutos, porque se ve que es cosa muy difícil labrar un acta. Hicieron caso omiso a mis protestas de que el foco se quemó en el camino, que la óptica era sellada y que no podía cambiarlo en el acto, de que pasaba por 4 controles todos los días. Con la multa en mano fui sumando un motivo más para irme de aquel nefasto lugar. Esa fue la última semana en ese espantoso trabajo, y la multa y el descargo quedaron postergados, porque tener que pedirle permiso a la bestia peluda de mi ex jefe que se hacía llamar Señor, para ir a un juzgado de faltas en un barrio que me daba miedo, era lo último que quería hacer en ese momento. La multa quedó en el olvido. Cambié de trabajo sin solución de continuidad. Pasó el tiempo del pago voluntario y esperé que la multa llegara a mi casa.
Y llegó, con un aumento de más del 150%. No se que me pone peor, si el monto, si recordar lo mal que la pasé esos 40 minutos quemándome al sol, o si los recuerdos del Señor Rubén y la Yegua Ninguneadora. Es mucha plata. Mea culpa no haberla pagado. Pero quiero ejercer mi derecho de defensa, aunque sea tarde, para patalear, para conseguir una rebaja o al memos una refinanciación. Llamo por teléfono pero nadie atiende. Quiero saber el horario de atención para llegar a la dirección que figura en la cédula:

Policía Caminera de Córdoba - Justicia Administrativa de Faltas - Juzgado Policial.
Spilimbergo 3656 - Capital - CP X5009CJL

No me suena la calle y el código postal no pertenece al barrio donde supuestamente estaba el juzgado que me dijo la policía donde debía hacer el descargo.
La busco en internet. Y todavía no salgo de mi asombro. La dirección existe. Pero ahí no hay ningún juzgado, ni siquiera una comisaría. Es la dirección de una verdulería. ¿Será que el juez de faltas tiene un laburito extra?
La indignación que me produce no poder encontrarme con el Juez policial de faltas de tránsito que me declaró rebelde, porque los datos que consignan en la notificación son falsos, no tiene nombre. ¿Cómo encuentro ahora el tribunal de faltas?
Pero lo que más me intriga es saber si podré pagar quinientos pesos con verduras, o si el juzgado de faltas se convierte en calabaza cuando el reloj marca las 12.