Habemus Sapos

En alguna conversación con mis amigas sobre los hombres, por supuesto, reemplazamos el término "hueso" por "sapo", sentenciando que todo hombre sería llamado sapo hasta tanto demuestre sus cualidades de príncipe, haciendo referencia al famoso cuento de hadas del Príncipe Sapo. Como ya sabemos hay un sapo encantado que se convierte en príncipe si lo besa en la boca su princesa. Esa parte de la historia es la que recordamos. Pero hay una parte, tal vez más importante que nos olvidamos. El sapo en cuestión, antes de ser sapo, fue príncipe. Trasladando esto a un plano, si se quiere, "real", me pregunto: ¿por qué un príncipe devino a sapo? ¿Acaso fue por el encantamiento de una bruja mala, léase alguna guachada de su ex?.¿O fue por motus propio que devino a batracio? ¿Se debe a que sufrió fracasos personales que lo estancaron, o fue por falta de iniciativa que se quedó en un letargo y no pretende cambiar su estanque? La metamorfosis a sapo, ¿es un camino sin retorno? ¿Hay posibilidades de rehabilitar a un príncipe reducido a anfibio que ingresó al mundo sapístico, cual drogadicto que entró en el mundo de las drogas? ¿Por qué esa necesidad de cumplir el rol de princesa al rescate? ¡Rescatar! ¿Quién nos quiso meter en la cabeza que el amor se trata de rescatar o de ser rescatado? ¿Qué es preferible? ¿Un sapo que alguna vez fue príncipe del cual no quedaron rastros de su reinado, o un sapo auténtico, que aspira al principado de su laguna por más que sea no sea azul, y aunque nunca llegue a príncipe?
Si se puede sacar una conclusión a partir de estas preguntas, pienso que así como no podemos pedirle peras al olmo, no hay que pedirles sangre azul a los sapos verdes. A los sapos hay que aceptarlos como sapos que son, y no esperar más que nadar y chapotear en sus estanques, aunque sea por breves períodos, compartiendo los “croacs” que quieran expresar. A seguir besando sapos verdes, que para algo los sapos están.
Alguien dijo que el príncipe azul en el primer lavado destiñe. Yo digo que los príncipes azules no existen... ¿para qué buscarlos?