No sos vos. ¿Soy yo?... Parte II

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– Se llama Lautaro, pero le dicen Toto. No es de Córdoba, pero vive cerca. Tiene un campo con la familia. Su situación económica es muy buena. Tiene un puesto importante en una empresa. Tiene auto. Vive solo – Emilia entusiasmada me adelantaba información confidencial y necesaria – A mi me cayó muy bien. Es divertido.
– ¿Y por qué le dicen Toto?
– Ah, no sé, no le pregunté.

Me tranquilizaba que a Emilia Toto le cayera tan bien porque minimizaba la posibilidad de que fuera un plomo. La primera cita se hizo esperar porque Toto no podía viajar a la ciudad. Hasta que llegó la ocasión. Toto y Emilia me buscaron por casa, él se bajó del auto para saludarme y la primera impresión fue buena. Fuimos a un restaurant de categoría. Fernando se encontró con nosotros minutos después. Después de cenar llegó la conversación infaltable en el baño:
– ¿Y? – me preguntó Emilia con una sonrisa
– Y vamos bien, me gusta – contesté sonriendo.
Efectivamente, Toto me gustó, me pareció interesante y me atrajo físicamente. Del restaurante nos fuimos a un pub. El baile, las risas, el alcohol, y la atracción nos condujo directamente a los besos. Fue inevitable para ambos no concluir la noche en una muy buena cama, pero con gusto a poco.
– ¿Uno sólo? Flojito Toto – afirmó Emilia con tono reprobatorio
– Y, estaba un tanto borracho. Pero estuvo bueno.

Al día siguiente Toto me llamó. Me invitó para salir esa misma noche, y yo acepté encantada. Esta vez salimos solos. Fuimos a tomar algo en un bar, y volvimos a un hotel. Y uno sólo otra vez.
– ¿Pero te hizo sexo oral al menos? – pregunta María
– Si, y muy bien. Estaba cansado, durmió poco.

Toto siguió llamando, día por medio, y manteníamos conversaciones largas. Algunas cosas de Toto me cansaban y otras me divertían. Me molestaba que siempre que me saludaba decía lo mismo:
– ¿Julia?
– Si
– Julia, ¿la buena o la mala?
La primera vez, le respondí la buena. La segunda, a veces me gusta ser mala. La tercera, ni la buena ni la mala, la interesante. A partir de la cuarta ya no quería seguir respondiendo semejante pavada y contestaba lo primero que se me cruzaba por la mente. Pero después me relajé, pensando que no tenía que ser tan quisquillosa, y darle una oportunidad, total nos estábamos conociendo y se portaba bien conmigo. No lo había vuelto a ver aun. Yo fantaseaba con verlo de nuevo y “agarrarlo” descansado y sobrio. Sofía en cambio tenía otras fantasías:
– Así que Toto sigue llamando. Ay Julita! Ya te veo de novia, y planeando el casamiento en el campo de él. ¿Donde me dijiste que vive?

Días más tarde Toto me invita un recital internacional en el Chateau Carreras, asientos en la primera fila. Hacía casi un mes que no lo veía. Acepté su invitación, lamentándome que el recital era de Maná. Me mentalicé que sería un show internacional y no una tortura. Que aunque no supiera más que dos canciones podría fingir entusiasmo. Que por suerte iba a estar sentada y no debía emular saltos de alegría como si fuera a ver a algún espectáculo que me gusta. Que Maná tenía algunos temas cachondos que incitaban para el chape, algo que si podría disfrutar, y me serviría para terminar la noche como yo esperaba.

(Continuará)