¿Y ahora qué dije?

Nos conocíamos hacía algunos años y podría decirse que éramos buenos amigos. Sin embargo había entre nosotros cierta tensión sexual. Y Leonardo proponía algo más. Algunas veces en tono de joda. Pero estaba claro que no quería más que compartir la cama y buenos momentos, porque se escudaba, en más de una ocasión, afirmando que él no quería una relación seria con ninguna mujer. Yo tampoco quería compromiso y a medida que pasaba el tiempo la propuesta de Leonardo de convertirnos en amantes se hacía más tentadora. Había aceptado que él me gustaba y me dejé llevar por la situación que siguió después de una cena en su casa. Sin palabras mediante, una caricia llevó a la otra, un beso llevó al otro y nuestros pies nos llevaron a la habitación.
- ¡Cómo no hicimos esto antes! - dije extenuada con una sonrisa en la cara. Recibí de respuesta una carcajada seguido de:
- ¡Qué animal! ¿Cómo vas a decir eso?.
Nunca entendí qué dije de malo. Fue espontáneo y sincero porque teníamos tan buena piel.

Con Leonardo nos veíamos de vez en cuando. Charlábamos, nos divertíamos, teníamos buen sexo. Por lo general, y se estaba volviendo costumbre, era yo quien llamaba para propiciar el encuentro.
Una mañana me iba de su departamento y nos despedíamos hasta la próxima.
- Nos vemos pronto - dijo Leonardo.
- Dale. Pero no me hagas sentir que la única que tiene ganas soy yo. La próxima llamame vos.
- Bueno - dijo con cara de desconcierto. Me besó y me fui.

Fue suficiente mi planteo para que nunca más me llame. Repasé mentalmente varias veces mis últimas palabras y no lograba entender. Pero si no dije quiero ser tu novia, presentame a tus viejos, compré los anillos de compromiso o saqué turno en el registro civil. Estoy segura que no lo dije. ¿Hubiese sido más claro si le decía no quiero parecer una ninfómana, comportate como un macho alfa y llamame vos?.