¡Qué par de pájaros!

Unas horas atrás nos conocimos en un cumpleaños. Compartimos un taxi de regreso hacia el centro. Y en el taxi compartimos unos besos. Minutos más tarde, llevados por el impulso del deseo y el alcohol estábamos en el cuarto de un motel. Desnudos en la cama todo el juego sexual se desarrollaba con naturalidad. El tomó su pene con su mano derecha y realizó un movimiento descendente-ascendente en el mismo instante que me dice "esperá". Pensé que estaba por ponerse el preservativo, que necesitaba más erección, y esperé. Pero el no paró. Y siguió. Y continuó. Solito. No requirió de mi participación en ningún momento. Yo era invisible. Desvié mi mirada hacia el techo, no resistía verlo. Me vestí y salí de la habitación. Cuando me dirigí hacia la puerta de calle, un hombre me detuvo:
- ¿Y su acompañante señorita? - preguntó.
- Se quedó durmiendo - dije con voz temblorosa
- Discúlpeme pero no va a poder retirarse hasta que comprobemos que la otra persona está bien. Se cometen muchos crímenes pasionales en los hoteles alojamientos.

No Julia, me dije a mi misma. Es imposible que pase eso. Estás viendo muchas películas, pensé mientras ahora miraba el piso. No obstante me daba cierto miedo salir sola de la habitación. ¡Me muero si me preguntan algo!, pensaba. ¿Qué le digo? ¿Que voy a comprar forros? ¿Y si me quieren vender acá? Continué fabulando las distintas formas de huir y sus diferentes desenlaces, imaginando lo que sea que me alejara del acto masturbatorio de Juan. ¿Será un pervertido o un masturbardor compulsivo? me pregunté. Y hasta que no termine, no para, me dije. Y finalmente terminó. Se acomodó, y se quedó dormido. Me vestí. Estaba un tanto mareada por el alcohol, el cansancio y las nuevas sensaciones provocadas por el espectáculo unipersonal al que, sin advertirlo, había asistido en primera fila. No sabía si reír o llorar. Si dormirme o rajar. ¡Lo que me faltaba!, dije para mis adentros una vez más: Un manifiesto, asumido, profeso, y literalmente, ¡pajero!.