De sapos y otros batracios [es decir, los príncipes azules]


Oh, la tecnología. Además de facilitarnos tanto la vida moderna, nos permite cumplir anhelos y fantasías.
Las niñas de hoy tienen la posibilidad de convertir un sapo en un príncipe azul, y sin necesidad de darle un beso. Sólo necesitan unos dólares, agua y 72 horas de espera. Lucrando con su ilusión les venden mentira envasada. Yo sigo creyendo en los sapos.
Volvamos a los que nos ocupa (?)
He aquí el sapo zurdito [pero no pusilánime] de Catto saltando a la fama. ¡Muchas Gracias!




Ven a mí

El colectivo que me llevaba hacia mi casa estaba por llegar a la parada donde debía descender. Me levanté de mi asiento y me preparé para zambullirse en la masa de gente que se interponía entre la puerta de atrás del vehículo y yo. Cargaba mis apuntes de colegio con un brazo y con el otro, al son de "permiso-gracias", iba abriéndome paso, manoteando pasamanos para sujetarme. Le siguió la secuencia del timbre, freno, y descenso de pasajeros. Apenas pisé el suelo respiré una bocanada de arie fresco, aliviada de que la tortura haya finalizado.
Caminé unos pasos y sentía que algo hacía peso en mi pelo. Con una mano inspeccioné mis cabellos y para mi asombro encontré un objeto cilíndrico, alargado, como un pequeño tubo, que colgaba de mis rulos. Así obtuve mi primer lapicera Parker Vector. Yo no quería tomarla. Ella vino a mí.


La leyenda del volador de Flores


Del libro Crónicas del Ángel Gris de Alejandro Dolina

Casi todos los hombres sensibles de Flores conocían a Luciano, el volador. Sabía atender un puesto de diarios en la esquina de Boyacá y la avenida. Sus apologistas pretenden que levantaba quiniela, hecho que no le consta para nada al compilador de estas historias. Por lo demás, a través de todos los mitos de Flores, parece constante el afán de enaltecer el recuerdo de los héroes, atribuyéndoles actividades relacionadas con el juego. Si es verdad lo que se cuenta, Luciano volaba. Sus escasas fotografías nos lo muestran liviano y magro, aunque carente de alas. Una de ellas, que suele utilizarse como prueba de su don, lo registra al costado derecho de un grupo numeroso y sus pies aparecen en el aire, a una cuarta escasa del suelo. Los escépticos atribuyen este efecto a un truco fotográfico o bien a un pequeño salto oportuno.
Sin embargo, la tradición oral de Flores insiste en recordar los vuelos de Luciano. Los más viejos aseguran que, cuando niño, descolgaba los barriletes que se enredaban en los árboles y recobraba las pelotas que caín en los techos del vecindario. Ya mayor, prefirió siempre los vuelos nocturnos. Parece que el cielo sostiene mejor de noche y no se corre el riesgo de llamar la atención de los papanatas.
Excepción hecha de los días de lluvia o de granizo, Luciano prescindía de los colectivos y taxímetros. Un viajecito al centro le insumía apenas diez minutos. Solía aterrizar en las terrazas solitarias y bajar por los ascensores para evitar el escándalo. Siendo volador, Luciano era discreto. Conoció -eso cuentan- el secreto de todos los campanarios de Flores, se cruzó mil veces con las brujas desnudas que sobrevuelan Belgrano y se saludó con los ángeles ociosos que se dejan llevar por los vientos.
Sus enemigos lo acusaban de robar higos y triciclos, para no hablar de las lamparitas del alumbrado público. Los aviones le producían terror, desde un día en que paseando por El Palomar, un pardo Avro Lincoln casi le arranca la cabeza.
Manuel Mandeb ha sido el principal proveedor de anécdotas de Luciano. El pensador árabe cuenta -por ejemplo- las desagradables consecuencias que padeció a causa de su ignorancia del uso de la brújula y la posición de los astros.
Así nos refiere que una noche que volaba hacia el estadio de Vélez Sársfield con la ladina intención de colarse, equivocó el camino y descubrió las fuentes mismas del río Matanza. Encontró allí -sostiene Mandeb- grandes poblaciones lacustres, semejantes a las que cundieron en Suiza hace milenios. Tomándolo por un dios, los inocentes pobladores lo agasajaron, le dieron a beber hidromiel, le cedieron a una joven más o menos doncella y le obsequiaron una yunta de gallinas y un florero, único de estos objetos que aún se conserva.
Estos cuentos son muy sospechosos. Sospechosa también es la historia que ubica a Luciano siguiendo una bandada de golondrinas hasta los trópicos o aquella que hace referencia a la lucha con un cóndor bataraz. Cuando comenzaron las calamidades en el barrio de Flores, Luciano decidió partir. Las palomas azules con sus plumas de acero coparon el cielo de la barriada y el volador sintió miedo. Manuel Mandeb insiste en que antes de irse para siempre, Luciano le contó el secreto de su increíble destreza. Dice Mandeb que un mago extranjero le concedió el don del vuelo, pero le hizo la siguiente prevención: "Volarás, Luciano, pero cuida que quienes lo sepan no escriban nunca tu historia. Cuando alguien la lea, tu poder cesará definitivamente". Esto explica que las hazañas de Luciano sólo se hayan transmitido en forma oral. Ninguno de los literatos de Luciano lo menciona jamás. Gracias a ello Luciano habrá seguido volando hasta el día de hoy, lector impío, en que tus ojos curiosos acaban de desbarrancarlo para siempre.

Más vale maña que plata

Mi fascinación por las muñecas articuladas fue bastante breve. Tenía algunas de muy baja calidad y presupuesto. Ninguna era Barbie. Y mucho menos tenía un Ken.
El primer Ken que ví pertenecía a una compañera de la escuela. Allí me enteré de su existencia. Había una muñeco articulado que no fuera G.I. Joe y que además cumplía con el rol de novio. Fue todo un hallazgo.
Mis pobres muñecas estaban condenadas a la soledad. Y mi juego condenando al aburrimiento.
Tenía que hacer algo. No podía comprar un Ken. Pero podía hacer mi propio Ken.
Sintiendo en mi interior una extraña mezcla de Gepeto y Dr. Frankenstein, improvisé el quirófano de un hospital de muñecos, contando con escaso instrumental quirúrgico: Un cuchillo tramontina, que hacía las veces de bisturí y de sierra, una tijera y algodón. Tomé la muñeca articulada que menos me gustaba [probablemente la más barata] y procedí a la operación. Con un poco de esfuerzo, y mucha maña, amputé los pechos plásticos de la muñeca. Luego rellené con algodón los agujeros que quedaron. Mi obra quedó culminada cuando le corté el cabello [moderno corte porque los pirinchos apuntaban a todas direcciones]. Contemplé en silencio mi creación. Reí malvadamente.
Hice un Ken transexual [tal vez el primero]. Sin embargo mis otras muñecas, que disputaban el amor del nuevo integrante, desconocían su pasado. Mi Ken lucía ropa holgada que disimulaba sus curvas [más cirugías no podía realizarle].
Quizás mi Ken era un muñeco atrapado en el cuerpo de una muñeca y yo hice realidad su sueño de transformarse.
O quizás no. Quizás éramos tan pobres.

Todo por un polvo. Bonus track



Todo parecía encajar. Lucas y Jimena se habían encontrado después del episodio en que ella casi pierde su número de teléfono. Salieron a cenar. Conversaron. Se besaron. Quedaron en verse otro día. Tuvieron otra cita. Y llegó el momento:

- ¿Y? ¿Cómo te fue? - preguntó María.
- No muy bien - protestó Jimena - El tipo no se movía.
- ¿No se movía?
- Si, no bombeaba, ¿me explico?
- Si, te explicas.
- Un desperdicio. Muy dotado para nada. Pero eso no es nada. Lo mejor (o peor según como se lo mire) fue la prueba hidráulica.
- ¿Qué? ¿de qué hablas Jime?
- Resulta que cuando terminó de hacer lo que hizo, que no hizo mucho, pero terminó... ni siquiera me tocaba, María!
- Oh, que fiasco!
- Si, ni me lo recuerdes. Sigo. Cuando terminó, se sacó el preservativo, lo llevó hasta el baño, lo llenó de agua, para ver si el forro perdía o no.
- Naaaah, no te puedo creer.

Diluídas las esperanzas [y diluídos los espermas] la historia no prometía un buen final. No obstante, Jimena se dio la oportunidad de seguir conociéndo a Lucas con la mínima ilusión de que sus encuentros íntimos mejorasen. Cosa que no sucedió. No funcionaron en ningún plano.
Muchos opinaron que el encuentro de Lucas y Jimena fue obra del destino.
Si es así, pienso que el destino es un cínico de mierda. ¿No?



Aluga-se blog

Volví. He aquí un resumen en imágenes.































A comienzo de mi viaje encontré en una casa a la hermana gemela separada al nacer de mi pato de hule (que es una pata, sépanlo) .
















También me topé con el auto de Juan.












Y vi o cruzeiro mais cursi do mundo.